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La perra, el Bichito y el chofer de Buseta


foto: @gabyrela
foto: @gabyrela

En una mañana clara, con olor a café, Wilmer salió de la pieza para engullirse los dos huevos y la arepa frita que su mujer, Yolanda, puso en la mesa con el mantel de hule dibujado con cestas de frutas.

Después de desayunar, salió como todos los días a ruletear en su buseta. Llegando a la Plaza Sucre de Petare, se encontró con un tráfico tremendo. Casi una hora le tomó llegar a la Avenida Francisco de Miranda. Allí, sus compañeros de gremio estaban todos con las busetas paradas y en reunión. 

–Mataron a Wilfrido, lo dejaron sangrando dentro del autobús.

– Hay que hacer algo, aquí no hay ley.

Cuatro horas después, apenas a las 9:30am, Wilmer iba de regreso a su casa. Se había acordado una huelga general de transporte y él, muy a su pesar dejó el trabajo por solidaridad.

Estacionó la buseta frente al rancho, abrió la puerta principal y entró. Oyó ruidos conocidos que venían del fondo.

Al llegar al cuarto, corrió la cortina que hacía de puerta y vió a su mujer en la cama con las piernas abiertas de par en par y un fulano encima. 

Sin hacer ruido, del koala se sacó un revólver 38 que su hermano Yumer, mejor conocido como “Bichito” le consiguió hace tres años a través de un pana policía.

En la sien le latía una vena enorme y sin pensarlo disparó. Dos tiros le dieron a Yolanda en los muslos desnudos y los cuatro restantes fueron a parar a la espalda del tipo que tenía encima.

Yolanda, herida, gritaba tratando de quitarse el cuerpo de encima. Cuando finalmente logró apartar el cadáver, le gritó histérica a su marido:

–Estás loco chico. Mataste a tu hermano y casi me matas a mí– estaba fuera de sí.

Wilmer, con la adrenalina al máximo, apenas si logró entender lo que había pasado:

–Qué bolas, maté a mi hermano. Eres una perra, ¿no podías buscarte a otro? Tenías que cogerte a Bichito.

Tiró la pistola y corrió a la cocina. Tomó un cuchillo de una gaveta y regresó al cuarto. Su mujer seguía gritando fuera de control. Wilmer tapó su boca con una mano mientras con la otra clavaba el inmenso cuchillo en su abdomen. Yolanda murió antes de caer al suelo junto a su amante.

Al tiempo que las lágrimas trataban de asomarse a sus ojos, Wilmer se sentó en la mesa con el mantel de hule dibujado con cestas de frutas y se tomó el café que quedaba en un pocillo de peltre. 

Dejó el cuchillo ensangrentado sobre la mesa, se levantó y se mojó la cara con el agua que había en un balde en el fregadero de la cocina. Se subió a su buseta y decidió mandar la huelga a la mierda.

Comentarios

  1. Amena narrativa irónica que describe una relidad no creíble para quienes la desconocen . I

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