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Mostrando entradas de 2020

La perra, el Bichito y el chofer de Buseta

foto: @gabyrela En una mañana clara, con olor a café, Wilmer salió de la pieza para engullirse los dos huevos y la arepa frita que su mujer, Yolanda, puso en la mesa con el mantel de hule dibujado con cestas de frutas. Después de desayunar, salió como todos los días a ruletear en su buseta. Llegando a la Plaza Sucre de Petare, se encontró con un tráfico tremendo. Casi una hora le tomó llegar a la Avenida Francisco de Miranda. Allí, sus compañeros de gremio estaban todos con las busetas paradas y en reunión.  –Mataron a Wilfrido, lo dejaron sangrando dentro del autobús. – Hay que hacer algo, aquí no hay ley. Cuatro horas después, apenas a las 9:30am, Wilmer iba de regreso a su casa. Se había acordado una huelga general de transporte y él, muy a su pesar dejó el trabajo por solidaridad. Estacionó la buseta frente al rancho, abrió la puerta principal y entró. Oyó ruidos conocidos que venían del fondo. Al llegar al cuarto, corrió la cortina que hacía de puerta y vió a su mujer en la cama c

The other

She finds herself to be the lady on the subway,  the one that is seated across and whose sadness peeps out, beside her seemingly tranquil semblance  and the casual smile given to the man seated beside her. With efforts she recognizes  that the parallels with the sad eyed lady are incontrovertible. Besides feeling fortunate  when hearing the 2nd plea for help  by the middle of her commute.  She wonders how she got to be that person,  and worries,  about an extended part as such a character.   

She feels:

An outsider,  a gypsy.  A merry and spirit wealthy loner.  Understood by neither peer or lover.  And there comes a loose string medal claiming, sunset seeking  always strained tired older. Who recons younger linings looming senseless,  unbecoming. As if time was endless, and recoiling.