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Mostrando entradas de diciembre, 2021

Baturrillo

De muy chiquita me encantaba cocinar. Veía a la abuela Anto, en su danzar por la cocina enorme que miraba al huerto al que invadió el malojillo, que es un monte, cuando se fué Justina.  Cuando su tararear al tejer hamacas en el cuarto del planchado (de los menesteres decía ella) se regresó a Bárbula, para ver a sus nietos y así retomar con los hijos que dejó cuando vino a Caracas a criarnos a nosotros y a hacer crecer maravillas en 20 metros de tierra del huerto de la abuela.   Siempre amé ese generoso espacio, la gente que lo habitaba, fue y siempre será fuente de inspiración; el lugar donde me enamoré perdidamente de las ollas, los ajos y descubrí todo lo que se puede hacer con un plátano. Todo sucedía en el pantry, esa herencia verbal gringa; murmullo de casa grande donde se cena en el comedor, sentados todos, servidos por otro.  El pantry era la mesa multiuso, donde se hacía la tarea del colegio, las mujeres de la casa se juntaban a las 9 a ver “la comedia’ como mi abu tan acertad