foto: @gabyrela En una mañana clara, con olor a café, Wilmer salió de la pieza para engullirse los dos huevos y la arepa frita que su mujer, Yolanda, puso en la mesa con el mantel de hule dibujado con cestas de frutas. Después de desayunar, salió como todos los días a ruletear en su buseta. Llegando a la Plaza Sucre de Petare, se encontró con un tráfico tremendo. Casi una hora le tomó llegar a la Avenida Francisco de Miranda. Allí, sus compañeros de gremio estaban todos con las busetas paradas y en reunión. –Mataron a Wilfrido, lo dejaron sangrando dentro del autobús. – Hay que hacer algo, aquí no hay ley. Cuatro horas después, apenas a las 9:30am, Wilmer iba de regreso a su casa. Se había acordado una huelga general de transporte y él, muy a su pesar dejó el trabajo por solidaridad. Estacionó la buseta frente al rancho, abrió la puerta principal y entró. Oyó ruidos conocidos que venían del fondo. Al llegar al cuarto, corrió la cortina que hacía de puerta y vió a su mujer en la ca...