Son las 2. Otra vez.
El sueño trata, pero no me alcanza. Veo series Suecas, ya vi todas las otras. Autómata. Inerme. En un viaje en pantalla, inútil. Pero aprendí a decir: Jag mår bra, estoy bien.
Tres, cuatro. Riiing.
Amanezco sin novedad, pero con sueño. Desayuno, lonchera, regañito cariñoso. Chamo, on the way to school.
Lluvia pertinaz y la acera brilla, en un rato todas las basurillas flotarán calle abajo. La ilusión de la ciudadanía del primer mundo se disipa cuando la parafernalia estructural que soporta la ilusión, falla. En la ausencia de la barredora, el camión de la basura, el horario con amenaza, el conserje furibundo y la vecina solterona que lo emula y añora compartir sus tareas y su cama, el barrendero y los comerciantes afanados en sobrevivir, el muladar se asoma rapidito. Chien de chien.
Me sonrío con malicia cuando el policía de tránsito le arruga la vida al tipo que se tardó cinco minutos en quitar su carro y el personaje de chaqueta de cuero sospechosamente abierta que pasea al pitbull con bolsa azul en mano, le sonríe al policía con cara de yo no fui mientras recoge el pupú del perro y de reojo y con cierto recelo lo mira poner el papelito anaranjado en el vidrio del carro. Me atrevo a repetir en malandro su pensamiento. ¡Coño eso son como ciento cincuenta lucrecias, una vainita!
La gendarmerie sin duda lustra y aprieta la vena civilizada del animal que despojado de amenaza, terminaría en Pran. Y paran-pan-pan.
Ya con el aceite caliente, me asomo a la ventana que da a mi calle nada céntrica de todos los días y que me regala no solo un cuadrito que incluye la punta del Empire State y el Chrysler Building, cosa muy muy rara en este pasticho de edificios donde solo se perciben horizontes por encima del piso 30; sino que me da campo visual para hacer catálogo de transeúntes y vecinos. El resultado es un álbum interesante que da para cavilar sobre el tránsito humano de la ciudad y la impermanencia.
Igualmente distante que entrometida y voyeur, en esta ciudad que ofrece todo y deja siempre la sensación de constante pérdida, me afano en la cocina hasta que me toca volver a cruzar la calle. Los días pasan cada vez más rápido. Voy contando con que la estructura nos mantenga a raya, sin mucha maña.
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