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Martillo

La trama que nos une, es como la seda. Las acciones de cada uno, impactan a todos los hilos vecinos, que son muchos y más cercanos de lo que quisiésemos. 


Los históricos y lamentables sucesos de hoy en el Congreso del país que me acobija, no están para nada alejados de mi realidad inmediata.  La pandemia, no se circunscribe al virus puyúo del que una mágica vacuna nos salvará. La irresponsabilidad que acertamos a ver en los demás, la negamos en nuestro entorno y en nuestras acciones. La pandemia de la demagogia, el reino de los ‘‘hechos alternativos”, desbocada en ecos de los ansiosos de mantener el poder a cualquier costo; se derrama en la esfera más inmediata. 


En aquellos que espantados por la viralidad del COVID-19, declamaban que las acciones de los que marchan con religioso fervor a los eventos donde el Presidente de la nación más poderosa del mundo convoca a congregarse a un reverberado y aparentemente incongruente discurso, son una desgracia. Mientras encantados, concurrían en calladas y numerosas ocasiones; en la inesperada extensión y desesperante desolación y desencuentro causado por ese virus (el puyúo) a fiestas en parques y cenas “‘intimas” convocadas por sus amigos cercanos.


Yo viví la epidemia del SIDA, vi morir a amigos y familiares. El miedo y el respeto, se increpó con la información clara de la manera como se diseminaba el VIH; la aseveración y dolorosa comprensión de cómo cada vez que tenías sexo con alguien, estabas también compartiendo tus placenteros efluvios con los múltiples círculos de los “hook ups” o “resuelves” nos puso serios. Nos cagamos y le cerramos la puerta, a la orgía de los años 70’s. 

Eso se nos olvidó.


Para sobrevivir, en mi escape de la desgracia del Chavismo, en la quimera de este Norte que agradezco con profunda humildad; voy en mi diario vivir cargando una maleta llena de sombreros. Soy, con menos gracia y pompa, una versión del “the master of disguise”; paso de Manager a empleada de tienda en un parpadeo. 


Estoy hueca. La supervivencia, con trapos bonitos, en la mejor ciudad, no me va. Me quedé en el medio. En Caracas, me daba rabia la condescendencia. Pero esa rabia era un motor.  Aquí, estoy “enlimbada”. Voy como los bueyes, andando un camino para salvar a mi hijo.  Lo mío, existe en unas cajas que fueron desvalijadas, en aquella otra Caracas. 


No olvido, que soy la suma de muchos amores y de mis varios oficios. No reclamo ni declamo perfección alguna. Y estoy segura de algún modo que, de la misma forma “ligera” ignoro mis propias inconsistencias. Hoy soy un animal nocturno sin noche. He aprendido a caminar conmigo y con mi fantasma.  Lo que me separa es el saber que las facturas que no se pagan o se ignoran, alguien las paga. 


En mi pluriforme entorno laboral Niuyorkino del 2020, hubo quien cerró su negocio para proteger a su gente y quien se desparramó en las aceras del vecindario bailando merengue. En el medio, los que se portaban (aparentemente) bien hasta que llegó la oportunidad y la opción de ponerse la capa de la inmunidad, cargada de amor filial (indudablemente legítimo cuando se trata del propio)  e ignorando en sus “ligeras”  escapadas de la punzante encerrona; la suerte de todas las hebras circundantes.


En el ejercicio de su necesidad imperiosa de socializar, se pasaron por el filo a la urdimbre que geométricamente multiplica los contactos de sus reuniones sin jugos. Obligando a los que nos encerramos sin conmiseración ni excepción, en la tristeza angustiosa de nuestra angosta casa, a ser parte de su ahora llorada cuarentena.


Constantemente nos recusamos en el juicio propio.  Al tirar la piedra, al recogerla y en el deporte de fingir demencia, hemos de volver sobre nuestros pasos recordando a los que no pueden ya nunca alzar su mano. En nuestra constante complacencia, somos los autores de las autocracias que nos afligen y parte de la cadena que termina lamentablemente, en alguna solitaria muerte.



Nueva York, 6 de enero de dos mil veintiuno.


Comentarios

  1. Me encantó la idea de "la capa de la inmunidad cargada de amor filial". Gracias por compartir.

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  2. Huir sin poder escapar de la entramado seda. Seguir escapando y al final , lo peor, no poder escapar de la realidad de ser pensantes.

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  3. Marian sigue para salvarte y salvarnos a todos

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  4. Que batida nos ha dado la vida.!! Tu mano alzada, a punta de martillo, describe una porción de cada uno de nosotros.. hemos pasado por ahí. Gracias Marian amada, Milena.

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