Más que preguntarme ¿Por quién doblan las campanas?
Contesto ¿Quién dobla las campanas?
¿Quién se aferra a la larga y anudada soga, que una vez que asume el peso lo levanta despiadada y rítmicamente? Ese cuerpo que ejerce toda su fuerza sobre la gruesa cuerda que hiere las manos y desafía el acto y al hacer; que espera para añadir el tañido al viento que silba en los oídos que lo escuchan y disturba las melenas deseosas de ser inmortalizadas en tal pose. Disturbio de grande comparsa y puntual fanfarria.
El que tañe la campana anuncia el poder al incauto que acude al llamado, que funge su deseo de masas con la excusa enturbiada por la duda. La misma duda que acude a la esperanza y al desdén tan pronto ve colmado su deseo de pertenencia en inútil arrogancia.
Se asoma con la luz un vestigio del idilio que amarra las almas cuya nobleza equipara a su ignorancia.
El nombre del viento, ése que buscan los desecradores de tumbas y adoradores de huesos que se persignan bajo el credo comandante e insultan en su más fugaz y espantada rabia a los antepasados de su amante, a su sustento, a su fallida mafia. Partícipes de una danza inclemente que no aligera sus culpas ni acelera su gracia, ni rompe los lazos del connubio baladí que en la oscuridad los alcanza.
El nombre del viento, ése que buscan los desecradores de tumbas y adoradores de huesos que se persignan bajo el credo comandante e insultan en su más fugaz y espantada rabia a los antepasados de su amante, a su sustento, a su fallida mafia. Partícipes de una danza inclemente que no aligera sus culpas ni acelera su gracia, ni rompe los lazos del connubio baladí que en la oscuridad los alcanza.
Al alba, señores, al alba.
Al alba correrá en rubí su audacia, su destierro, su resta.
La venganza será la distancia, la ausencia, el silencio llenará sus arcas.
Al alba, señores, al alba.
MB
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